Alternativas para dejar de sobrepensar

Ana V. Morales
Los pensamientos no paran. El sobrepensar se ha transformado en un problema serio de salud mental que muchas veces no sabemos cómo abordar.

No es raro escuchar a alguien decir que le da mil vueltas a las cosas y termina agotado. Esta rumiación constante genera ansiedad y malestar.

Las causas pueden ser diversas: miedo, inseguridad, dificultad para manejar lo incierto, necesidad de control. Sea cual sea el motivo, este bucle mental no aporta soluciones reales, sino que nos desgasta física, emocional y energéticamente. Lee más sobre cómo nos volvemos adictos a pensar.

Alternativas para dejar de sobrepensar
El sobrepensamiento no es exclusivo de una cultura ni de un país. A nivel mundial, se han desarrollado distintas estrategias para enfrentarlo. Por ejemplo, en Japón existe el concepto de Shoganai, que puede traducirse como “aceptar lo inevitable”. Esta filosofía invita a soltar lo que no se puede controlar y enfocar la energía en aquello que sí está en nuestras manos. Puedes profundizar en el valor de la aceptación en este artículo.

También encontramos ayuda en herramientas terapéuticas como el sistema de Flores de Bach, creado por el Dr. Edward Bach. Algunas esencias florales están diseñadas para calmar la mente, conectar con el presente y detener esos pensamientos repetitivos que nos abruman. Aquí puedes conocer más sobre su uso profundo.

¿Por dónde comenzar?

El primer paso no es silenciar la mente de golpe, sino empezar a generar espacios de calma, aunque sean breves. Salir del bucle por unos minutos ya representa un cambio. Incorporar prácticas simples como:

-Respirar conscientemente.

-Escribir lo que piensas (y no censurarte).

-Hacer una pausa al día para observar sin juzgar.

-Nombrar lo que sientes sin intentar cambiarlo.

Estos pequeños actos entrenan a la mente para habitar más el presente que la preocupación. Recuerda que no se trata de hacerlo perfecto, sino de comenzar.

Podemos aprender a dejar de sobrepensar. No como un mandato más que nos impone exigencia, sino como una manera amorosa de regresar a nosotros, con menos juicio y más conciencia.